AGUSTÍN DE HIPONA, SOBRE LA TRINIDAD. LIBRO XIII
CAPITULO V
LAS DOS CONDICIONES DE LA FELICIDAD
8. ¿Podemos quizá salir de este aprieto recordando que cada uno pone la felicidad de la vida en aquello que le causa mayor placer: en el deleite, Epicuro, Zenón en la virtud, otros en mil diversos objetos, de suerte que solo vive feliz el que vive a placer, y, por consiguiente, es cierto que todos quieren vivir felices, pues todos desean vivir conforme a su agrado? Si esto se proclama ante la muchedumbre que llenaba el teatro, todos habrían encontrado esto en el fondo de sus quereres.
Cicerón se propone esta misma dificultad, y su respuesta hace sonrojar a los que piensan así:
Dice: «He aquí, exclaman, no los verdaderos filósofos, sino los charlatanes, disputadores eternos, todos los que viven según su querer son felices». A esto llamamos nosotros vivir según el agrado.
Luego añade: “Esto es ciertamente un error. Querer lo que no conviene es gran miseria; y es menor desgracia no conseguir lo que ansías que pretender alcanzar lo que no conviene». Sentencia preclara y en extremo verídica. ¿Quién hay tan obtuso de inteligencia y tan ajeno a la luz de la belleza, envuelto en el embozo de su infamia, que llame feliz al que vive conforme a su antojo, aunque viva en el crimen y en la deshonra, sin que nadie se lo prohíba, castigue o reprenda, antes bien encontrando muchedumbre de aduladores, pues como dice la Escritura divina: El malvado es alabado en los deseos de su alma, y el que obra iniquidad aplaudido, y pone en práctica sus degradantes y criminales deseos; cuando, aunque fuera mísero, lo sería en menor grado si no pudiera' conseguir lo que contra razón pretendía? Cierto, un solo querer torcido hace desgraciado al hombre, mas el poder ejecutar el deseo de una voluntad contaminada lo hace aún más miserable.
En consecuencia, puesto que en verdad todos los hombres desean, ser felices y lo ansían con un amor apasionado y, en la felicidad ponen el fin de sus apetencias, y nadie puede amarlo que en su esencia o en su cualidad ignora, y no es posible desconocer la esencia de lo que se ama, síguese que todos conocen la vida feliz. Todos los bienaventurados poseen. Lo que quieren, aunque no todos los que poseen lo que quieren son felices: al contrario, son unos pobretes todos los que no tienen lo que desean o poseen lo que no quieren rectamente. Sólo es feliz el que posee todo lo que desea y no desea nada malo.
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Publicado por monamalaEtiquetas: TOMISTA
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